
El abuso del adulto mayor puede presentarse en las cuatro categorías ya mencionadas y puede manifestarse de varias formas. En el ámbito familiar influyen, la diferencia generacional, donde están arraigadas las costumbres y modos de vida de los ancianos; el estrés del cuidador; nivel de dependencia de adulto mayor; la historia de violencia familiar; dificultades personales y financieras del cuidador; alcoholismo u otras adicciones; la falta de información y de recursos para la atención adecuada a una persona con discapacidad; aislamiento social del cuidador; falta de apoyo o de tiempo de respiro para el cuidador que es responsable por una persona discapacitada las 24 horas del día. En lo social influyen las barreras culturales y del conocimiento general que a veces limitan el acceso a servicios de importancia. Las mujeres son más vulnerables, y a la vez son inculpadas de maltrato por el rol asignado de cuidadoras
Cada individuo es diferente; sin embargo existen características que influyen en la personalidad de los ancianos, y si bien no son problemas en sí, pueden llegar a serlo, sobre todo por la incomprensión de la familia. Entre los senescentes se establece casi siempre una relación de ayuda mutua basada en las actividades de la vida cotidiana, fundamentalmente en las relaciones padre- hijo, y abuelo- nieto, en la que el papel del anciano adquiere una importancia tendiente a satisfacer las necesidades de amor, cariño y comunicación que se expresan en las mismas. Las funciones vitales que ejerce la familia en términos de ayuda al adulto mayor sobrepasa la ayuda de cualquier organización formal.
No siempre se
toma en cuenta la forma de pensar y de decidir de nuestros viejos, no los
queremos escuchar o no sabemos escucharlos y comprenderlos; en ocasiones los
vamos desplazando, lo cual los limita en la realización de las actividades de
la vida diaria, sin tener en cuente sus propias decisiones.